Hola mis queridos estudiantes del blog, que bueno decirle que hemos pasado del cincuenta por ciento de la lectura del libro de Jeremías, y hemos aprendido muchas cosas de este precioso libro profético, ademas a través de la lectura del mismo hemos visto la vida de un siervo de Dios llamado Jeremías que ha pasado por distintas circunstancias en su vida personal. Su mensaje no ha sido escuchado por el pueblo, sino que al contrario han puesto la espalda a Dios y se dedicado adorar y servir dioses ajenos.
El juicio llegó al pueblo de Judá por causa de su desobediencia, y ahora les toca servir al rey de Babilonia.
Jeremías es encarcelado y enviado a una cisterna, pero de ese lugar lo saca Dios y le da fuerza y salvación para continuar llevando su mensaje.
Hoy llegamos al capitulo 39 de los 52 que tiene este libro, así que no te desanimes y sigue leyendo hasta llegar al final de la última palabra de este contiendo profético.
JEREMÍAS TREINTA Y SIETE
Encarcelamiento de Jeremías
1 En lugar de Conías hijo de Joacim reinó
el rey Sedequías hijo de Josías, al cual Nabucodonosor rey de Babilonia constituyó
por rey en la tierra de Judá.
2 Pero no obedeció él ni sus siervos ni el pueblo
de la tierra a las palabras de Jehová, las cuales dijo por el profeta Jeremías.
3 Y envió el rey Sedequías a Jucal hijo de
Selemías, y al sacerdote Sofonías hijo de Maasías, para que dijesen al profeta
Jeremías: Ruega ahora por nosotros a Jehová nuestro Dios.
4 Y Jeremías entraba
y salía en medio del pueblo; porque todavía no lo habían puesto en la cárcel.
5
Y cuando el ejército de Faraón había salido de Egipto, y llegó noticia de ello
a oídos de los caldeos que tenían sitiada a Jerusalén, se retiraron de
Jerusalén
6 Entonces vino palabra de Jehová al
profeta Jeremías, diciendo:
7 Así ha dicho Jehová Dios de Israel: Diréis así al
rey de Judá, que os envió a mí para que me consultaseis: He aquí que el
ejército de Faraón que había salido en vuestro socorro, se volvió a su tierra
en Egipto.
8 Y volverán los caldeos y atacarán esta ciudad, y la tomarán y la
pondrán a fuego.
9 Así ha dicho Jehová: No os engañéis a vosotros mismos,
diciendo: Sin duda ya los caldeos se apartarán de nosotros; porque no se
apartarán.
10 Porque aun cuando hirieseis a todo el ejército de los caldeos que
pelean contra vosotros, y quedasen de ellos solamente hombres heridos, cada uno
se levantará de su tienda, y pondrán esta ciudad a fuego.
11 Y aconteció que cuando el ejército de
los caldeos se retiró de Jerusalén a causa del ejército de Faraón,
12 salía
Jeremías de Jerusalén para irse a tierra de Benjamín, para apartarse de en
medio del pueblo.
13 Y cuando fue a la puerta de Benjamín, estaba allí un
capitán que se llamaba Irías hijo de Selemías, hijo de Hananías, el cual apresó
al profeta Jeremías, diciendo: Tú te pasas a los caldeos.
14 Y Jeremías dijo:
Falso; no me paso a los caldeos. Pero él no lo escuchó, sino prendió Irías a
Jeremías, y lo llevó delante de los príncipes.
15 Y los príncipes se airaron
contra Jeremías, y le azotaron y le pusieron en prisión en la casa del escriba
Jonatán, porque la habían convertido en cárcel.
16 Entró, pues, Jeremías en la casa de la
cisterna, y en las bóvedas. Y habiendo estado allá Jeremías por muchos días,
17
el rey Sedequías envió y le sacó; y le preguntó el rey secretamente en su casa,
y dijo: ¿Hay palabra de Jehová? Y Jeremías dijo: Hay. Y dijo más: En mano del
rey de Babilonia serás entregado.
18 Dijo también Jeremías al rey Sedequías:
¿En qué pequé contra ti, y contra tus siervos, y contra este pueblo, para que
me pusieseis en la cárcel?
19 ¿Y dónde están vuestros profetas que os
profetizaban diciendo: No vendrá el rey de Babilonia contra vosotros, ni contra
esta tierra? 20 Ahora pues, oye, te ruego, oh rey mi señor; caiga ahora mi
súplica delante de ti, y no me hagas volver a casa del escriba Jonatán, para
que no muera allí.
21 Entonces dio orden el rey Sedequías, y custodiaron a
Jeremías en el patio de la cárcel, haciéndole dar una torta de pan al día, de
la calle de los Panaderos, hasta que todo el pan de la ciudad se gastase. Y
quedó Jeremías en el patio de la cárcel.
JEREMÍAS TREINTA Y OCHO
Jeremías en la cisterna
1 Oyeron Sefatías hijo de Matán, Gedalías
hijo de Pasur, Jucal hijo de Selemías, y Pasur hijo de Malquías, las palabras
que Jeremías hablaba a todo el pueblo, diciendo:
2 Así ha dicho Jehová: El que
se quedare en esta ciudad morirá a espada, o de hambre, o de pestilencia; mas
el que se pasare a los caldeos vivirá, pues su vida le será por botín, y
vivirá.
3 Así ha dicho Jehová: De cierto será entregada esta ciudad en manos
del ejército del rey de Babilonia, y la tomará.
4 Y dijeron los príncipes al rey:
Muera ahora este hombre; porque de esta manera hace desmayar las manos de los
hombres de guerra que han quedado en esta ciudad, y las manos de todo el
pueblo, hablándoles tales palabras; porque este hombre no busca la paz de este
pueblo, sino el mal.
5 Y dijo el rey Sedequías: He aquí que él está en vuestras
manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros.
6 Entonces tomaron ellos a
Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que
estaba en el patio de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la
cisterna no había agua, sino cieno, y se hundió Jeremías en el cieno.
7 Y oyendo Ebed-melec, hombre etíope,
eunuco de la casa real, que habían puesto a Jeremías en la cisterna, y estando
sentado el rey a la puerta de Benjamín,
8 Ebed-melec salió de la casa del rey y
habló al rey, diciendo:
9 Mi señor el rey, mal hicieron estos varones en todo
lo que han hecho con el profeta Jeremías, al cual hicieron echar en la
cisterna; porque allí morirá de hambre, pues no hay más pan en la ciudad.
10
Entonces mandó el rey al mismo etíope Ebed-melec, diciendo: Toma en tu poder
treinta hombres de aquí, y haz sacar al profeta Jeremías de la cisterna, antes
que muera.
11 Y tomó Ebed-melec en su poder a los hombres, y entró a la casa
del rey debajo de la tesorería, y tomó de allí trapos viejos y ropas raídas y
andrajosas, y los echó a Jeremías con sogas en la cisterna. 12 Y dijo el etíope
Ebed-melec a Jeremías: Pon ahora esos trapos viejos y ropas raídas y
andrajosas, bajo los sobacos, debajo de las sogas. Y lo hizo así Jeremías.
13
De este modo sacaron a Jeremías con sogas, y lo subieron de la cisterna; y
quedó Jeremías en el patio de la cárcel.
Sedequías consulta secretamente a Jeremías
14 Después envió el rey Sedequías, e hizo
traer al profeta Jeremías a su presencia, en la tercera entrada de la casa de
Jehová. Y dijo el rey a Jeremías: Te haré una pregunta; no me encubras ninguna
cosa. 15 Y Jeremías dijo a Sedequías: Si te lo declarare, ¿no es verdad que me
matarás? y si te diere consejo, no me escucharás.
16 Y juró el rey Sedequías en
secreto a Jeremías, diciendo: Vive Jehová que nos hizo esta alma, que no te
mataré, ni te entregaré en mano de estos varones que buscan tu vida.
17 Entonces dijo Jeremías a Sedequías: Así
ha dicho Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel: Si te entregas en
seguida a los príncipes del rey de Babilonia, tu alma vivirá, y esta ciudad no
será puesta a fuego, y vivirás tú y tu casa.
18 Pero si no te entregas a los
príncipes del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en mano de los
caldeos, y la pondrán a fuego, y tú no escaparás de sus manos.
19 Y dijo el rey
Sedequías a Jeremías: Tengo temor de los judíos que se han pasado a los
caldeos, no sea que me entreguen en sus manos y me escarnezcan.
20 Y dijo
Jeremías: No te entregarán. Oye ahora la voz de Jehová que yo te hablo, y te
irá bien y vivirás.
21 Pero si no quieres entregarte, esta es la palabra que me
ha mostrado Jehová:
22 He aquí que todas las mujeres que han quedado en casa
del rey de Judá serán sacadas a los príncipes del rey de Babilonia; y ellas
mismas dirán: Te han engañado, y han prevalecido contra ti tus amigos;
hundieron en el cieno tus pies, se volvieron atrás.
23 Sacarán, pues, todas tus
mujeres y tus hijos a los caldeos, y tú no escaparás de sus manos, sino que por
mano del rey de Babilonia serás apresado, y a esta ciudad quemará a fuego.
24 Y dijo Sedequías a Jeremías: Nadie sepa
estas palabras, y no morirás.
25 Y si los príncipes oyeren que yo he hablado
contigo, y vinieren a ti y te dijeren: Decláranos ahora qué hablaste con el
rey, no nos lo encubras, y no te mataremos; asimismo qué te dijo el rey;
26 les
dirás: Supliqué al rey que no me hiciese volver a casa de Jonatán para que no
me muriese allí.
27 Y vinieron luego todos los príncipes a Jeremías, y le
preguntaron; y él les respondió conforme a todo lo que el rey le había mandado.
Con esto se alejaron de él, porque el asunto no se había oído.
28 Y quedó
Jeremías en el patio de la cárcel hasta el día que fue tomada Jerusalén; y allí
estaba cuando Jerusalén fue tomada.
JEREMÍAS TREINTA Y NUEVE
Caída de Jerusalén
1 En el noveno año de Sedequías rey de
Judá, en el mes décimo, vino Nabucodonosor rey de Babilonia con todo su
ejército contra Jerusalén, y la sitiaron.
2 Y en el undécimo año de Sedequías,
en el mes cuarto, a los nueve días del mes se abrió brecha en el muro de la
ciudad.
3 Y entraron todos los príncipes del rey de Babilonia, y acamparon a la
puerta de en medio: Nergal-sarezer, Samgar-nebo, Sarsequim el Rabsaris,
Nergal-sarezer el Rabmag y todos los demás príncipes del rey de Babilonia.
4 Y
viéndolos Sedequías rey de Judá y todos los hombres de guerra, huyeron y
salieron de noche de la ciudad por el camino del huerto del rey, por la puerta
entre los dos muros; y salió el rey por el camino del Arabá.
5 Pero el ejército
de los caldeos los siguió, y alcanzaron a Sedequías en los llanos de Jericó; y
le tomaron, y le hicieron subir a Ribla en tierra de Hamat, donde estaba
Nabucodonosor rey de Babilonia, y le sentenció.
6 Y degolló el rey de Babilonia
a los hijos de Sedequías en presencia de éste en Ribla, haciendo asimismo
degollar el rey de Babilonia a todos los nobles de Judá.
7 Y sacó los ojos del
rey Sedequías, y le aprisionó con grillos para llevarle a Babilonia.
8 Y los
caldeos pusieron a fuego la casa del rey y las casas del pueblo, y derribaron
los muros de Jerusalén.
9 Y al resto del pueblo que había quedado en la ciudad,
y a los que se habían adherido a él, con todo el resto del pueblo que había
quedado, Nabuzaradán capitán de la guardia los transportó a Babilonia.
10 Pero
Nabuzaradán capitán de la guardia hizo quedar en tierra de Judá a los pobres
del pueblo que no tenían nada, y les dio viñas y heredades.
Nabucodonosor cuida de Jeremías
11 Y Nabucodonosor había ordenado a
Nabuzaradán capitán de la guardia acerca de Jeremías, diciendo:
12 Tómale y
vela por él, y no le hagas mal alguno, sino que harás con él como él te dijere.
13 Envió, por tanto, Nabuzaradán capitán de la guardia, y Nabusazbán el
Rabsaris, Nergal-sarezer el Rabmag y todos los príncipes del rey de Babilonia;
14 enviaron entonces y tomaron a Jeremías del patio de la cárcel, y lo
entregaron a Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán, para que lo sacase a casa;
y vivió entre el pueblo.
Dios promete librar a Ebed-melec
15 Y había venido palabra de Jehová a
Jeremías, estando preso en el patio de la cárcel, diciendo;
16 Ve y habla a
Ebed-melec etíope, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de
Israel: He aquí yo traigo mis palabras sobre esta ciudad para mal, y no para
bien; y sucederá esto en aquel día en presencia tuya.
17 Pero en aquel día yo
te libraré, dice Jehová, y no serás entregado en manos de aquellos a quienes tú
temes.
18 Porque ciertamente te libraré, y no caerás a espada, sino que tu vida
te será por botín, porque tuviste confianza en mí, dice Jehová.